Cómo hemos cambiado, crecido, madurado.
No reímos como antes, ni de los mismos temas.
Hasta nuestras voces son distintas.
El bien y el mal.
Hemos conocido mucho, mucho más.
Nos miramos a los ojos, con complicidad.
Hablamos e intentamos romper la barrera del tiempo,
de las canas y las arrugas, de los malos gestos,
de las ganas que tenemos de que dejemos de cambiar.
Pero la vida es así.
No deberíamos preocuparnos tanto:
al final seguimos siendo los mismos.
Al final cuando te abrace, seguiré llorando,
porque nunca nadie en el mundo me entenderá mejor que tú.
Al final cuando te abrace, seguiré suspirando,
porque me estaré encontrando con otra parte de mi.
Al final cuando te abrace, seguiré orando,
porque aunque el camino nos separe,
siempre me permita volver a encontrarte, y muy feliz.
Los cambios se siguen acumulando,
y nuestras facciones ya no concuerdan,
no se reconocen...
pero nuestras esencias, siempre unidas, siempre gemelas
no tienen memoria
no reconocen el tiempo que ha pasado
ni el cansado camino que ya fue
no saben de cambios, no saben de rencores,
no saben de incomodidad ni de egoísmo
y cuando se encuentran, lloran, ríen, beben, sienten...
siempre iguales, siempre amigas.
¡Te quiero!
A ti.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario