jueves, 19 de noviembre de 2009

clarOscuro

Gracias música, siempre eres mi cómplice.

La música estaba muy fuerte. Ni siquiera podíamos escucharnos. Decidimos dejar de hablar y sólo sonreír. Me tomaste de la cintura. Yo rodeé tu cuello con mis brazos dispuestos a volver a amar. Nos miramos fijamente. Tus ojos comenzaron a recorrer mi rostro hasta llegar a mis labios. No puse resistencia. Me besaste, te besé, ¡nos besamos! No sé exactamente cómo pasó ni en qué momento de la noche, pero eso qué importa ya. Por mis venas circulaba la música, cada bendito beat que envolvía nuestros sentidos. También circulaba el alcohol, la noche, la vida misma. En cambio, por mi cabeza no pasaba nada: me concentraba sólo en ti, en tus ojos y en tus labios. Me concentraba en tu piel, en tu aroma, en tus brazos, en la cercanía en que nos encontrábamos. Si en ese momento hubieran apagado la música y hubieran encendido la luz, nada hubiera cambiado: la música dejó de escucharse cuando nuestros corazones empezaron a latir al mismo ritmo, muy fuerte y tan cercanos uno de otro como la arena del mar: pareciera que son uno mismo; y la oscuridad no había existido desde que nuestros ojos se cruzaron en el mismo camino. Un instante saciándonos el uno del otro, sin que nada más importara, nada más que la intensidad del momento.



*



Te anhelo cada día más. ¿Pasión, amor, deseo, ganas...? Simplemente tú. Te amo intensamente, pues no vale la pena hacerlo de otro modo. Cada segundo a tu lado, respirándote, me embriaga de locura y me hace ver la vida diferente. Ya sólo veo tus labios, tus manos, tu cuello, tus dientes. Ya sólo puedo seguir el camino de la luz de tus ojos. Sólo puedo vivir si me das más de ti, si llegamos al éxtasis juntos, si apagas el mundo y enciendes mi fuego. Puedo caminar en una sola dirección: la que sea que me lleve a ti. Le he puesto nombre a la felicidad y al deseo, le he puesto nombre al amor y a la eternidad. Llévame a descubrir ese nombre en cada recobeco de tu cuerpo, invítame a explorarlo y a fundirme en tu ser.



*



Miro la luna, le canto lo que no puedo cantarte a ti. Una noche más que llega para verme derrotada, para verme cansada y cada vez con menos esperanza. ¿Es tan difícil el amor? ¿Eres tan inalcanzable? He practicado todas las tácticas para hacerte venir a mi. No funciona nada. Si supieras lo mucho que te he soñado... Si supieras que me cautivaste desde la primera vez que nuestras miradas se cruzaron... Sé que si tu supieras lo mucho que te quiero, me amarrarías a tu cintura y no me dejarías ir. Necesito irme lejos, a una playa donde no vea tus ojos reflejados en el mar, a un bosque donde el aroma de la perfecta lluvia entre los árboles no me recuerde a ti, a otro planeta donde las estrellas brillen tanto que apaguen la luz de este sentir...


*


Bésame. No me lo preguntes. No me avises. No mandes señales. Sólo llega, y llévame hacia ti. Arrebátame la vida en un beso eterno. Haz que mi mundo se detenga. Detén el tuyo. Tómame. Dibujemos nubes rojas alrededor de nosotros. Muérdeme los labios. Haz que me sienta viva. Apriétame en tus brazos. Haz que me sienta tuya. Viajemos a una galaxia donde no existan los sueños, donde todo sea realidad. Un lugar donde me inhales y te exhale. Un lugar donde la música sea nuestro silencio: ese que invade cuando nos besamos, cuando no hablamos, cuando suspiramos, cuando nos poseemos. Bésame.